La semana pasada, el gobierno federal modificó el decreto de ley para regular el mercado de bonos de carbono en el país. La norma establece los procedimientos para la elaboración de planes sectoriales de mitigación del cambio climático e instituye el Sistema Nacional para la Reducción de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero (Sinare).
El reglamento trata un tema fundamental para el mundo y puede generar créditos para Brasil. La creación de este mercado es una recomendación del Protocolo de Kyoto, un tratado internacional firmado por Brasil que prevé la reducción de la concentración de gases de efecto invernadero en el planeta. La propuesta establece reglas para la compra y venta de bonos de carbono en el país, pendiente de regulación desde la edición de la Política Nacional de Cambio Climático en 2009.
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Para quien no lo sepa, el bono de carbono es un certificado que atestigua y reconoce la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global. Un crédito de carbono equivale a una tonelada de estos gases que ya no se liberan a la atmósfera.
En este tipo de estructura, las empresas establecen internamente objetivos de reducción de emisiones, motivados principalmente por cuestiones de imagen y compromiso socio ambiental, y pueden compensar sus emisiones adquiriendo créditos de otras empresas excedentes, demostrando compromiso con las prácticas ESG.
Incluso antes de la regulación de este mercado de comercialización de crédito en Brasil, iniciativas voluntarias de instituciones nacionales y estatales ya indicaban la creciente preocupación con la creación de soluciones y procesos más sostenibles y también el interés en realizar nuevos negocios y generar riqueza a partir de la comercialización de créditos.
El valor generado por el mercado de créditos de carbono en Brasil movió 25 millones de dólares en 2021, según estudio de McKinsey. Esto equivale a 17 millones de toneladas capturadas y convertidas en crédito. La estimación mundial es que la economía genera, con bonos de carbono, 1.000 millones de dólares en transacciones.
La previsión es que para 2030 el país pueda generar más de 20.846 millones de dólares en ingresos por créditos de carbono en los sectores de agronegocios, silvicultura y energía, según proyecciones de WayCarbon y la Cámara de Comercio Internacional (ICC) Brasil. Esta cantidad serviría entre el 2 % y el 22 % del mercado regulado global.
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La intención es ayudar a los países a reducir las emisiones, algo establecido en el Acuerdo de París, que señala objetivos para evitar un aumento de 1,5ºC en la temperatura mundial este siglo. El compromiso brasileño es reducir las emisiones en un 37 % para 2025 y un 43 % para 2030, según las emisiones de 2005.
Para los expertos en la materia, la regulación traerá más seguridad a las inversiones en este activo sostenible.
“La creación del mercado de bonos de carbono coloca a Brasil en un escenario destacado en el mundo, papel que sería compatible con las múltiples posibles ofertas de negocios sustentables que se pueden generar involucrando sectores productivos, servicios, instituciones financieras, entre otros. La regulación dará mayor seguridad a las inversiones en este activo sustentable”, dice Fernanda Stefanelo, socia del área ambiental de Demarest Advogados.
Anita Pissolito, socia de Nascimento e Mourão, comenta que los inversionistas tendrán claridad sobre los créditos generados y los valores por los cuales pueden ser negociados.
"Esta regulación puede brindar el ambiente legal que faltaba para fomentar el crecimiento de estas iniciativas sustentables y la generación de créditos relacionados, atrayendo inversiones y beneficiando al medio ambiente, un importante ganar-ganar para el país”, explica
Los expertos pronostican que el país puede atraer varias posibilidades, convocando actores de diferentes sectores económicos como agencias de desarrollo, instituciones financieras, directores generales y empresarios.
“La creación de un mercado local o global de bonos de carbono permite a las empresas contar con más datos y parámetros para su planificación en materia de impacto ambiental, además de promover oportunidades para monetizar áreas preservadas. Si se tiene un área preservada, porque el mercado aún es incipiente y con muchas dudas sobre los trámites, es difícil monetizar los bosques través de bonos de carbono. Las oportunidades surgirán del fácil acceso a un mercado primario y a un mercado secundario con cierta liquidez”, dice Isac Costa, socio de derecho corporativo y regulatorio para los mercados financieros y de capitales de Warde Advogados.
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Congreso
La semana pasada, durante el Congreso Global del Mercado de Carbono 'Descarbonización e Inversiones Verdes', promovido por el Banco do Brasil y Petrobras, con el apoyo del Ministerio del Medio Ambiente (MMA) y el Banco Central, el presidente del BB (Banco do Brasil), Fausto de Andrade Ribeiro, anunció un fondo de inversión con una contribución inicial de 416.927 millones de dólares para créditos de carbono y un potencial que supera los 10 millones de dólares. El objetivo es ofrecer la posibilidad de una inversión con una remuneración ligada a la sostenibilidad.
"El ministro Paulo Guedes y yo creamos hoy el mercado regulado de carbono. Con innovaciones como el mercado del metano, el carbono de la vegetación nativa y el carbono del suelo, en línea con el modelo de producción brasileño, y el carbono azul, relacionado con la industria naval. La regulación permitirá estos activos para ser negociados en el mercado global", afirmó el Ministro de Medio Ambiente, Joaquim Leite.
La promesa, según el Ministerio del Medio Ambiente, es que Brasil sea el mayor vendedor de bonos de carbono del mundo, diferenciándose del resto por el costo de los proyectos, la calidad de los créditos con impacto social positivo y la multiplicidad de fuentes de generación de crédito.
El debate sobre acciones para una economía baja en carbono se intensificó tras la COP26, la conferencia mundial sobre el clima que reunió a líderes de 197 países en noviembre de 2021, en Glasgow (Escocia).
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