Inteligencia artificial y democracia, el dilema regulatorio del siglo XXI

¿Qué pasará además cuando ya no sepamos en qué contenido podemos confiar para informarnos y tomar decisiones? /Canva.
¿Qué pasará además cuando ya no sepamos en qué contenido podemos confiar para informarnos y tomar decisiones? /Canva.
¿Qué pasará cuando la IA amplifique masivamente los sesgos que ya están disponibles en el contenido generado por los humanos?
Fecha de publicación: 16/09/2024

La tecnología no es buena ni mala, depende de cómo se use, pero la regulación de la tecnología puede ser perjudicial o benéfica. El problema es saber qué, cómo se regula y cuándo una regulación se traduce en una restricción a las noticias falsas que pululan por Internet o en censura gubernamental. El problema, en otras palabras, es tratar de regular algo que avanza a una velocidad mucho mayor de la que las instituciones pueden permitirse.

Este dilema ocupa la primera plana en la Conferencia Anual de la International Bar Association (IBA), en México (del 15 al 20 de septiembre). Y es un dilema que convocó, en una sesión, a algunos de los especialistas más destacados del mundo en el ámbito de la inteligencia artificial generativa y sus consecuencias legales, sociales e institucionales.


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Pamela San Martín, parte del consejo asesor de Meta, una voz calificada para plantear preguntas que hasta los más optimistas deben confrontar, detalló que si hoy nos alarman las consecuencias negativas de las redes sociales, un experimento involuntario que se regó cómo pólvora sin que hubiera mayor regulación en la materia, ¿qué ocurrirá con la IA, que potencia y exacerba esas consecuencias negativas?

Si la IA es una tecnología de generación de contenidos a mucha mayor escala que los humanos, ¿qué pasará cuando la IA amplifique masivamente los sesgos que ya están disponibles en el contenido generado por humanos, que son la base con la que la IA genera contenido? ¿Qué pasará con el racismo y el machismo que abunda en los contenidos disponibles hoy en Facebook, X o Reddit? ¿Qué pasará -además- cuando ya no sepamos en qué contenido podemos confiar para informarnos y tomar decisiones?

El valor de la información confiable es algo que resaltó Mark Stephens, experto en propiedad intelectual y fundador de la firma de abogados Howard Kennedy LLP. El contenido generado por periodistas y científicos, que tiene un costo mayor porque se sustenta en la garantía de su veracidad y confiabilidad, es un contenido de mucho mayor valor social que el que los algoritmos generan a menos precio y en forma más inmediata y masiva.

¿Queremos vivir en un mundo en el que la IA reemplaza del todo a los periodistas? ¿En el que no se puede confiar más en la información que se recibe? La respuesta es tajante: no podemos prescindir en sociedades democráticas de medios de información que nos informen, verificando y controlando el contenido que generan.


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Se requiere entonces algún tipo de regulación, pero ¿cuál? Para Sy Damle, abogado con larga trayectoria en derechos de autor y apoderado de Open AI en Estados Unidos, el exceso de regulación tiene dos contraindicaciones específicas: restricciones indebidas en la libertad de expresión y la supresión de incentivos para emprendedores tecnológicos pequeños, que no pueden asumir los costos que impone una presión regulatoria mayor.

La recomendación de Damle es tratar de resolver problemas específicos: en Estados Unidos, por ejemplo, se está forjando una regulación contra deep fakes (videos, imágenes o audios que imitan la apariencia de una persona real) que cuenta con el apoyo de las plataformas de tecnología. El dilema, de nuevo, es que hay todo tipo de deep fake, y no todo deep fake es dañino como tal. Encontrar el equilibrio es el mayor desafío de todos. 

Este desafío se incrementa, según San Martín, por la opacidad con la que las plataformas de tecnología diseñan sus productos y estructuran los algoritmos que deciden el contenido que ve cada usuario; más que sus convicciones, han sido sus incentivos financieros los que han transformado la forma de comunicarnos, que además han supuesto un verdadero sismo en la forma de celebrar elecciones y participar en política.

Dejando de lado sus bondades, es claro que las redes sociales y la IA son mecanismos que caen como anillo al dedo a todos los políticos que tienen como estrategia prioritaria incentivar la polarización. Pero no solo hablamos de políticos, sino de todo tipo de intereses oscuros que están detrás de la generación de contenidos para ser consumidos por el 78 % de la humanidad que tiene hoy acceso a un teléfono celular.

Que parte de la respuesta a uno de los mayores desafíos de la historia es una mejor regulación es algo fuera de la discusión. Pero la historia enseña que la regulación también ha sido usada para apuntalar las autocracias y callar a las voces disidentes. Cuando recomendó la virtud de siempre buscar el punto medio, es seguro que Aristóteles nunca se imaginó el nivel de complejidad al que su consejo podía llegar en 2024.  

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