Supongamos que una máquina del tiempo nos permite regresar a 2014. Imaginemos que visitamos las principales firmas legales para ser testigos de cuál es el futuro de la profesión que se imaginan por entonces. ¿Cuántos se hubieran atrevido a predecir que en 10 años tendríamos una herramienta que supera a 90 % de los humanos en el Bar Exam?, o que la misma herramienta podría producir, en menos de un minuto, una lista de contraargumentos a una demanda con alto grado de calidad, algo que le tomaría muchas horas a un grupo entero de abogados, e incluso que esa herramienta también se tomaría solo unos segundos en encontrar las inconsistencias lógicas de cualquier documento legal o en leer, analizar y sintetizar miles de páginas de regulaciones, estatutos y contratos.
¿Cuántos en 2014 imaginaron un futuro de cambios radicales en la forma de ejercer la profesión? Pero ese es justamente el escenario de 2024, tal vez el año en el que la profesión legal ha sufrido los mayores cambios de su historia.
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Una profesión que defiende la vigencia de la ley y el respeto a los precedentes es una profesión esencialmente conservadora, resistente al cambio. Cuando Steven Schwartz, un abogado de lesiones personales, creó una moción repleta de casos, fallos y citas inventadas por una herramienta como la que hemos mencionado (Chat GPT), más de un colega debió concluir, con alivio, que –después de todo– la cosa no era para tanto y que la tecnología tiene sus límites. Y los tiene, pero también tiene un espacio inconmensurable de crecimiento.
La herramienta que utilizó Schwartz está apenas en su infancia: es como comparar el rendimiento de un niño de cinco años en una prueba de coeficiente intelectual con el rendimiento de un adulto de 25. La diferencia aquí es que no será necesario esperar 20 años para atestiguar la evolución de la herramienta. Es cuestión de meses. Muchos afirman que el derecho es la profesión que quizás está más en riesgo por los recientes avances, porque la Inteligencia Artificial (IA) entra a competir justo en el terreno en el que los abogados son más fuertes: en el de la argumentación.
¿Se trata de competencia desleal? Según un informe reciente de Goldman Sachs, casi la mitad de las tareas legales podrían hoy ser automatizadas por la IA. Según otro estudio de la Universidad de Princeton, la Universidad de Pensilvania y la Universidad de Nueva York, la industria más expuesta a la nueva IA es la de los servicios legales.
Imaginemos ahora que nos visitan abogados del 2034. Solo ellos podrían resolver múltiples enigmas e incertidumbres para los que hoy no tenemos ninguna respuesta más allá de hipótesis que oscilan entre el optimismo irreflexivo y un pesimismo apocalíptico. Pero con seguridad mencionarían algunas de las tendencias que vamos a analizar a continuación.
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La automatización a gran escala: ¿El fin de los asociados?
En Estados Unidos y Europa, los despachos ya están utilizando IA para automatizar tareas que alguna vez fueron el dominio de los abogados júnior. Desde la revisión de contratos hasta la investigación legal en busca de precedentes, la IA es capaz de leer, analizar y resumir grandes volúmenes de datos en minutos, una tarea que antes le llevaría días a un ejército entero de abogados jóvenes. Esta automatización podría liberarlos de las tareas rutinarias, permitiéndoles concentrarse en funciones de mayor valor, como ofrecer orientación estratégica, brindar atención personalizada y construir relaciones de confianza con los clientes.
Como era predecible, la velocidad de adopción es más lenta en firmas medianas o pequeñas, debido a la falta de recursos o capacitación tecnológica. Aun así, el acceso a herramientas de IA más asequibles está comenzando a nivelar el campo de juego, permitiendo que firmas más pequeñas también aprovechen estas innovaciones y puedan competir con las firmas más tradicionales. Hasta un despacho de una sola persona podrá procesar millones de páginas de documentos de las grandes demandas y procesos más complejos. El campo de juego se nivela y la competencia se agranda.
¿Qué ocurrirá entonces con los abogados júnior? En lugar de adquirir experiencia realizando tareas rutinarias, tendrán que enfocarse en habilidades más avanzadas desde el inicio de sus carreras. Esto está impulsando a los despachos a replantear sus programas de formación y a integrar a los recién graduados en áreas donde la IA no puede reemplazar el juicio humano, como la negociación o el asesoramiento estratégico.
Sin embargo, emerge una pregunta inquietante: ¿se reducirá el número de asociados que contratan las grandes firmas? ¿En cinco años el número de asociados será equivalente al de los socios? Lo que parece claro hasta el momento es que los abogados jóvenes, aunque más costosos, pueden contribuir de formas que no están al alcance del software, por barato que sea. Al mismo tiempo, muchos jóvenes recién egresados podrían encontrar en la IA una forma de iniciar una práctica en solitario, en vez de incorporarse a una firma tradicional. Pero, como dijo el prestigioso abogado Lawrence Lessig a The Economist, es difícil un escenario en el que la IA “no reduzca dramáticamente el número de abogados que el mundo necesita”.
Mientras que algunos expertos predicen una disminución en la demanda de abogados júnior a medida que la IA automatiza tareas de nivel de entrada, otros creen que la IA podría aumentar la demanda general de servicios legales al hacerlos más accesibles y asequibles. Independientemente del impacto en el empleo, es probable que la IA impulse un cambio hacia habilidades de mayor nivel, como el pensamiento estratégico, la resolución de problemas complejos, la negociación y la gestión de relaciones con los clientes. Las facultades de Derecho deberán adaptar sus planes de estudio para preparar a los futuros abogados para este nuevo panorama legal.
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Nuevos modelos de negocio: El adiós a las horas facturables
Las firmas grandes se caracterizaban por tener a su disposición ese ejército de abogados jóvenes, a los que se les paga menos de lo que se les cobra a los clientes. Pero los clientes ya no querrán pagar por ejércitos de abogados si saben que la IA hace el mismo trabajo en segundos, sin cobrar y sin cansarse. Ya hoy la IA se hace cargo de parte del trabajo legal.
Uno de los efectos más profundos de la IA en los despachos de abogados es la disrupción del modelo de horas facturables, la métrica tradicional del valor del trabajo legal. A medida que la IA automatiza tareas como la revisión de documentos y la investigación legal, el tiempo necesario para realizar estas funciones se reduce drásticamente. Esto obliga a las firmas a explorar modelos de precios fijos basados en servicios específicos, en lugar de seguir facturando a sus clientes por el tiempo dedicado a una tarea.
Pero el uso de la IA no se limita solo a las tareas internas de procesamiento de la información. En todo el mundo, las firmas están comenzando a usar IA para ofrecer servicios directamente a los clientes. Muchos ya son diestros en software ajustado para el trabajo legal, como Vincent, de V-Lex. Estas herramientas permiten a las firmas ofrecer servicios más rápidos y a menor costo, lo que representa una ventaja competitiva clave en un entorno legal cada vez más globalizado. También permiten hacer análisis predictivo para la negociación de contratos comerciales y la resolución de disputas legales.
En litigios, los abogados están utilizando IA para predecir los resultados de los casos basados en datos históricos, lo que les permite tomar decisiones estratégicas mejor informadas. No hay duda de que herramientas avanzadas de análisis predictivo y minería de datos pueden ayudar a identificar tendencias en litigios, predecir el resultado de casos y ofrecer consultoría legal preventiva, lo que tiene un valor que hasta ahora estamos empezando a tasar.
¿Y qué ocurre con los sesgos y la privacidad?
A medida que la IA se integra más profundamente en la práctica legal, surgen nuevos desafíos éticos que exigen una reflexión profunda por parte de la comunidad jurídica. Uno de los problemas más críticos es la privacidad de los datos. Las herramientas de IA, sedientas de información, se alimentan de vastos conjuntos de datos, lo que aumenta exponencialmente el riesgo de que la información confidencial de los clientes sea mal gestionada, expuesta o incluso explotada por terceros malintencionados. Este escenario plantea una amenaza no solo a la confidencialidad abogado-cliente, sino también a la integridad misma del sistema legal.
Otro reto de envergadura es el sesgo algorítmico, una sombra que se cierne sobre la promesa de imparcialidad tecnológica. Los algoritmos de IA, entrenados con datos históricos, pueden inadvertidamente perpetuar y amplificar prejuicios sociales preexistentes, generando resultados injustos o discriminatorios. Este riesgo es particularmente alarmante en áreas sensibles como el derecho penal, donde podría exacerbar las desigualdades raciales, o en casos de discriminación laboral, donde podría reforzar estereotipos de género o edad. La posibilidad de que una IA sesgada influya en decisiones judiciales plantea preguntas inquietantes sobre la equidad y la justicia en la era digital.
Además, surge el dilema de la responsabilidad legal. Cuando una IA comete un error, ¿quién es el responsable? ¿El desarrollador del software, el bufete que lo implementa o el abogado que lo utiliza? Esta zona gris legal podría tener implicaciones de largo alcance para la mala praxis y la responsabilidad profesional.
Estos desafíos éticos subrayan la necesidad crucial de un marco regulatorio robusto y de directrices éticas claras para el uso de la IA en el ámbito legal. La profesión jurídica se encuentra en una encrucijada, donde debe equilibrar la innovación tecnológica con los principios fundamentales de justicia, equidad y confidencialidad que han sido los pilares de la práctica legal durante siglos.
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El futuro de la abogacía: Una revolución en marcha
Hay una conclusión provisional que no por obvia no puede dejar de mencionarse: las firmas que no adopten estas tecnologías corren el riesgo de quedar obsoletas, mientras que aquellas que logren integrar la IA de manera efectiva podrán mejorar su eficiencia, reducir costos y ofrecer nuevos servicios que antes eran inimaginables. Para responder a la pregunta del título: los abogados seguirán siendo necesarios, pero tendrán que aprender a navegar en una era de cambios que los obliga a replantearse todo aquello que aprendieron en sus años de formación.
Convencer a los abogados de que la IA no es una amenaza, sino una herramienta para mejorar su trabajo, es un paso crítico. Las firmas legales en América Latina suelen ser conservadoras y reticentes a los cambios tecnológicos. Es crucial que inviertan en infraestructura tecnológica, capacitación continua y una cultura organizacional abierta a la innovación. Las firmas que logren integrar estas tecnologías de manera responsable estarán en una posición privilegiada para competir en un mercado global cada vez más exigente y orientado a la tecnología.
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Lo anterior es una invitación para que cada firma en Latinoamérica encuentre la forma de sacar provecho de la IA. La justicia del futuro dependerá de cómo se utilice la IA, y los abogados tendrán que jugar un papel clave en asegurarse de que esta revolución tecnológica sirva para mejorar el acceso a la justicia y no para socavarla.
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